La asociación de profesores y doctorandos italianos Universitas-University, junto a la Asociación para la investigación y la docencia Universitas organizó un congreso on-line, con traducción simultánea español-italiano, celebrado el viernes 9 de abril de 2021 para intercambiar experiencias docentes e investigadoras en el tiempo de pandemia, durante la cuarentena de 2020.
El evento, presentado por Daniele Bassi, Presidente de Universitas-University, consistió en dos turnos de testimonios, de cuatro ponentes cada uno, seguidos de un breve turno de preguntas, con un descanso entre medias. Al ser tantos, fue denso y largo, pero todos coincidimos en que fue tal la calidad, variedad, complementariedad y riqueza de las experiencias que contaron, que mereció claramente la pena. De hecho, dos jóvenes estudiantes que participaron, junto a su profesora, dentro de su ponencia, confesaron que se habían quedado “pegadas a la silla, delante del ordenador, sin dar crédito a lo que sus ojos veían y sus oídos escuchaban, como si un mundo nuevo nunca antes visto emergiera delante de ellas”. “Creíamos que nuestra profesora era una excepción, jamás hubiéramos pensado que hubiera tantos profesores tan comprometidos, volcados con sus alumnos y dando lo mejor de si mismos en medio de la crisis”. “Yo sólo pensaba: ‘que no acabe nunca, que no acabe’ y ‘¡esto tiene que saberlo todo el mundo!’”.
Lo que sucedió esa tarde de un viernes fue una sorpresa para todos, no sólo para esas dos estudiantes y, en todo caso, mucho más de lo que esperábamos bastantes de nosotros, con ese triste escepticismo que a veces nos embarga a los adultos. Conforme íbamos escuchando a unos y otros ponentes, se nos iban abriendo los ojos y la boca, admirados por la seriedad, el coraje y la creatividad con que esas ocho personas habían vivido y afrontado su trabajo en el tiempo de la pandemia.
Elio Franzini, filósofo y Rector de la Università degli Studi di Milano, abrió el primer turno yendo al fondo, desde el principio. Subrayó la pérdida de la dimensión estética del contacto con los demás y la exigencia de recuperar el diálogo, el contacto personal y el compartir la vida universitaria cotidiana, una presencialidad antes dada por descontada y cuyo valor ahora se percibía mejor que nunca. También sostuvo que la pandemia había puesto de relieve la necesidad de tener momentos de interioridad, intimidad y silencio, de buscar la sabiduría profunda que va más allá de la apariencia y de convertirla en hábito, para aprender a mirar, a ver lo que hay y ocurre. Terminó resaltando nuestra condición de mendigos de significado y el reto de pensar de un modo más modesto y disponible que ayude a encontrar un sentido a la vida cotidiana.
Angelo Frascarelli, economista, profesor asociado del Dpto. De Ciencias Agrarias, Alimentarias y Ambientales de la Università degli Studi di Perugia, partió del golpe que supuso para él caer en la cuenta de que no iba a poder llevarse a sus alumnos a Bruselas, como había hecho con gran éxito la última vez. Al ver que todo su programa se venía abajo, sintió una gran resistencia y enfado, hasta que advirtió que aferrarse a lo bello pasado era un error, que era él quien debía cambiar, no las circunstancias, para poder volver a experimentar la novedad en la relación con sus alumnos.
A continuación, intervino Ana Llano Torres, profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, acompañada por dos de sus alumnas del tiempo de la cuarentena, Alba y Michelle.
Por último, Giancarlo Rovati, sociólogo, profesor ordinario de la Universidad Católica del Sacro Cuore, experto en economía y sector non profit, partió del impacto que le produjo la apelación a redescubrir la verdad en el título del encuentro. A su juicio, con la pandemia la exigencia humana de la verdad se había impuesto: ¿qué está sucediendo de verdad? Todos, desde muy diferentes situaciones y con responsabilidades muy variadas, nos lo hemos preguntado, sin que el relativismo dominante frenara un deseo tan arraigado en nosotros. Nos hemos sorprendido queriendo saber y comprender la realidad, una urgencia que ha convivido con el miedo, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte, la soledad, la incertidumbre… Al ponernos a buscar respuestas, nos hemos vuelto más realistas, más necesitados de conocer los datos, la situación, la adecuación de las posibles soluciones. En el mundo de la política y de las ciencias humanas o sociales, hemos experimentado el límite de nuestro conocimiento y se ha hecho necesario recurrir al sentido común. Al caer el mito del cientifismo y aumentar la desconfianza, al estar hiper expuestos a los medios de comunicación, sin rumbo ni criterios fiables, se ha hecho evidente que la Universidad no puede renunciar a la dimensión de la comunicación interpersonal, que hace posible el sentido común. Si no, nos volvemos desesperados o presuntuosos.
En el turno de preguntas, Costantino Esposito, profesor ordinario de la Università di Bari, confesó su interés en esa percepción estética nueva de nuestro trabajo en la Universidad que la pandemia ha hecho consciente en algunos, como Franzini, y subrayó su relevancia epistemológica. Fabio Esposito, catedrático del Dpto. de Ciencias biomédicas para la salud de la Unviersità degli Studi de Milán, comenzó afirmando que la pandemia no ha creado, sino ampliado lo que ya ocurría, necesitábamos, o urgía, pero no le prestábamos atención. Nos ha obligado a cuestionarnos la importancia de la didáctica y nuestras formas habituales de dar clase. Quien, en vez de defenderse, quejarse o huir, se ha abierto a la circunstancia y a la provocación y reto que suponía, lo ha vivido como una ocasión para crecer y transmitir lo que es verdad en su vida, lo que le permitía vivir con esperanza este tiempo difícil y desafiante, sin dejarse absorber por la nada. Entre el público se encontraba también el sociólogo Mikel Azurmendi que, interpelado por otros, contó la sorpresa que había sido para él descubrir el zoom y otros medios de relacionarse virtualmente. La tecnología (contra la que tanto se despotrica a veces en ciertos ámbitos) ha hecho posible para muchos (enfermos, ancianos, extranjeros, curas, etc.) seguir viviendo en relación, no quedar totalmente aislados, no aislarse en una soledad inhumana.
Tras un breve descanso, porque había sido tan interesante la primera hora y media, que se nos pasó enseguida, y todos los conectados (cerca de un centenar) coincidimos en el deseo de retomar enseguida, abrió el segundo turno de ponencias Antonio Rodríguez Mesas, Presidente de Universitas.
En primer lugar, le tocó hablar al español Miguel de Haro, abogado y profesor de Derecho tributario en la UCM, quien confesó su gratitud por haber comprobado que las enormes dificultades, reales y concretas (desde el frío y la incomodidad, hasta el sufrimiento, el desconcierto, el vacío o incluso el suicidio del padre de una alumna), no habían pesado más que la positividad de los encuentros con muchos de sus alumnos y la pasión por la realidad como escenario en el que todos hemos de ponernos en juego. Gratitud, sobre todo, por pertenecer a la red de amistad que es Universitas, como espacio comunitario en el que se aprende a usar la razón y la libertad, una posición de apertura y creatividad frente a los desafíos que la realidad nos pone delante. Algo que nuestro mundo necesita más que ninguna otra cosa.
A continuación, Maria Pia Abbracchio, farmacóloga, vicerrectora de la Università degli Studi de Milán, nos contó su experiencia en la investigación sobre el virus, atravesada por un deseo profundamente auténtico de entender lo que pasaba, de conocer la verdad de los hechos, de sus causas, de las respuestas que daban unos y otros. En el Ateneo todos se mostraron dispuestos a contribuir y participar, con una solidaridad desconocida e imprevista, además de preciosa. Confesó haber dedicado muchas energías y encontrado una disponibilidad digna de elogio en sus compañeros, en un trabajo de indagación de la verdad, traspasado por una gran humildad para entender en qué habíamos fallado, tratar de ofrecer alternativas y aprender de cara al futuro. Resaltó la tensión vivida entre el ritmo y los límites de la investigación científica y la rapidez exigible a las decisiones políticas y el cúmulo de herencias valiosas que ha dejado la pandemia, que debemos custodiar, como la conciencia de que el destino de cada uno está ligado al de los demás, que nadie se salva solo y debemos colaborar entre todos.
Stefano Perlini, médico, profesor ordinario de la Università degli Studi de Pavía, contó cómo vivió la pandemia desde dentro, asistiendo al drama de muchas muertes y a una impotencia grande y dolorosa. Una de las sorpresas fue reconocer enseguida que no daban abasto y pedir ayuda a los jóvenes que estaban en prácticas, especializándose. Formó un equipo y les propuso trabajar juntos. La didáctica se reveló como la experiencia sencilla en la que uno desea enseñar y otros desean aprender, aquél con más años de experiencia, y éstos especializados en campos a veces desconocidos para aquel y llenos de preguntas que eran un acicate continuo. Vivieron el Covid aprendiendo mientras hacían y afrontaban las necesidades y siempre en relación: meses terribles y entusiasmantes.
A continuación, habló Lorenzo Scattaglia, uno de esos jóvenes en el periodo de especialización, en concreto en urgencias, en el Policlínico de San Mateo. Al miedo y el lamento, que cundió al principio, le siguió una experiencia de amistad y apertura a lo real tal como venía, a sus múltiples sugerencias. Así confesó agradecido las relaciones que habían nacido con los médicos mayores, con los compañeros, con los pacientes, desde la conciencia de compartir las mismas preguntas y necesidades. Cuando se amplía la mirada y se abraza al otro en su humanidad, el trabajo es una fuente de alegría y aprendizaje continuo. Terminó aludiendo a la tentación de la inercia, tras el tesoro que ha supuesto este año de pandemia vivido comunitariamente, y se sirvió de una genial escena de El señor de los anillos, en la que Frodo le dice a Gandalf «Ojalá el anillo nunca hubiera llegado a mí. Ojalá nada hubiera ocurrido», y el mago le responde: «Eso desean quienes viven estos tiempos. Pero no les toca a ellos decidir. Lo único que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado. Hay otras fuerzas en este mundo, Frodo, además de la voluntad del mal. Bilbo estaba destinado a encontrar el Anillo. Y como consecuencia tú estabas destinado a tenerlo. Y ese es un pensamiento alentado».
Por último, nos sorprendió Guglielmina Diolaiuti, glacióloga, de la Università degli Studi de Milán, que compartió su experiencia innovadora de enseñanza a distancia en materia de glaciares. Lo que había sido sólo una solución para quienes no podían asistir a clase o a conocer los neveros in situ, se convirtió en la única posibilidad para todos, y lo que parecía una enorme pérdida se tornó una gran oportunidad, porque se abrió a replantearse la asignatura y la metodología docente, a mirar los retos y las necesidades como ocasiones de aprender y enseñar, en vez de un fastidio. Lo resumió en esta afirmación: «La que más ha cambiado este año imprevisto he sido yo. Me he visto como una investigadora de los glaciares obligada a aprender a enseñar lo que sabe de forma nueva».
Tras un animado coloquio, a pesar de la hora que era y el maratón de ponencias vivido, Antonio Rodríguez Mesas terminó subrayando el protagonismo de profesores y alumnos en relación, sea en la modalidad que sea, en la tarea universitaria, y Daniele Bassi concluyó llamando a reposar, asimilar y retomar todo lo vivido y compartido, a observar la realidad para dejar emerger la verdad que deseamos conocer, y a custodiar una amistad cuyo origen es la pasión por la realidad y por su significado, peso y belleza.